miércoles, 29 de diciembre de 2010

Onda busca corpúsculo (tributo a Bruuks)

Estaba tumbada en el suelo. Con el pantalón ligeramente bajado y la camiseta ligeramente subida. Con mucho frío en los riñones. Con uno de los dolores de espalda más fuertes que había vivido en los últimos dos años, por no decir 17. Rodeada de una especie de sacos de plástico rellenos de aire, gomaespuma, cartón y plástico de embalar, sí, el de las burbujitas, y no las estaba explotando. En su lugar estaba recordando todas y cada una de las palabras que habían cruzado hoy. Todas, intentando que sea sin excepción, por muy imposible que resulte.
Muchas veces se ponía a pensar en que quizá Claudia tenga razón. Escribir su vida no sería algo tan alocado como le podía parecer en numerosas ocasiones. Se daba cuenta al terminar en un soportal, un banco de piedra o el frío asiento del andén del metro de confidencias.
Vaya fin de año. Alucinante.
Se enamoraba de todo, al menos eso le decía Juanma. Y este caso no iba a ser una excepción. Las dificultades le enseñaron a amar todo lo amable (del verbo amar). Los cambios a sonreír por las pequeñas cosas, a disfrutar cada segundo. Él sabía muy bien como funcionaba su pequeño cerebro retorcido, el que aún quería descubrirlo era otro. Otro totalmente diferente.

El karma, o que Dios aprieta pero no ahoga, o que cuando una onda alcanza su máxima amplitud negativa, cambia el sentido y va a por la máxima positiva. Según en qué creas. O lo friky que seas. En definitiva, el año había sido duro, para los dos, todo sea dicho, el último año y dos meses habían sido muy distintos. Eso, distintos, quizá duro no sea la palabra más adecuada. Habían sido especiales, más bien para mal. Y ver las cosas entre cajas puede estar bien, pero saltar al escenario y formar parte activa del teatro, resultó ser mucho mejor. Ese empujón, quizá un poco forzado, solo trajo cosas buenas. Como si intentases poner algo en órbita, esa velocidad de escape necesaria para que orbite puede que no saliese de él completamente, pero salió y orbitó y eso es lo importante.

Tres días inolvidables, diferentes, especiales y normales. Tres días contradictorios. Tres días ¿familiares? Tres días increíbles.

Y seguía recordando....

"- Yo no pensaba saludarte así. En vez de dejar el abrazo para el final iba a dártelo ahora.

- ¿Crees que nos parecemos?

- Sí, bastante.
- Me refiero físicamente."

Y ya no era solo el hecho de conectar tanto con una persona. No. No era sólo comprender como funcionaban sus pequeños cerebros retorcidos. No.
A pesar de todo, del último año, del dolor, del frío en los riñones, de lo más mínimo que le rodease. A pesar de eso... era jodidamente feliz.



PD: Ana, sé que no has leido el resto de entradas y yo no debería por tanto escribir esto, pero creo que la situación lo merece, que no sirva de precedente ;)