martes, 27 de abril de 2010

Juventud divino tesoro.

La juventud no tiene menos valores, pero el dramatismo y amarillismo de los medios refleja la imagen más cruda y negativa de los hechos, ya que el morbo es fácil de vender. Y todos sabemos que los medios si no se venden, dejan de existir. Los valores de la juventud no son escasos, son distintos a los valores de las anteriores generaciones. Porque cosas como el botellón y el consumo de drogas blandas, siempre han existido, incluso en mayor proporción. Cosas como la violencia solo están más mediatizadas, no aumentan su número, o al menos, no exponencialmente, sino al ritmo del crecimiento de población. Lo que si aumenta exponencialmente es el conocimiento que tenemos de ello a través de los medios de comunicación. Porque seamos sinceros, cada vez se dan más a conocer casos de violencia juvenil, de vandalismo, y de cualquier acto cometido por adolescentes. ¿Pero acaso esto quiere decir que antes no existiera? No, rotundamente no. La globalización nos acerca cada vez más a estos casos, a conocerlos, ocurran donde ocurran mientras la desinformación de épocas anteriores nos alejaba de ellos. La censura y represión de un estado dictatorial como lo fue la España franquista es un clarísimo ejemplo de esta falta de información.

En estos años la juventud, escasa de libertad, tenía que revelarse ante la injusta situación en la que se encontraban… Por tanto, podemos ver cómo la violencia va asociada a la libertad, lo cual, por otra parte, es totalmente lógico. Cuando la libertad escasea se lucha por alcanzar mayor grado de ella, pero cuando se tiene más, se quiere más.

Hablamos de una juventud muy violenta por casos como el ocurrido en Seseña sin tener en cuenta el grupo de niños que asesinaron a dos guardas civiles en Onteniente, Ronney Zamora, el chaval de apenas 16 años que asesinó a una anciana de 82, Elinor Haggart, en cuyo domicilio penetró con intención de robar en los años 70.

En determinadas situaciones podríamos hablar de una violencia (entrecomillémoslo) justificada. Pero ¿lo es cuando hablamos de asesinatos como los ocurridos últimamente? No, no lo es. Ah, pero… ¿acaso lo era hará unos 40 años cuando se cometieron otros tantos? No, no lo era. Volvemos a lo anterior, ¿a qué debemos estar ahora mismo escandalizados ante una juventud que no se aleja prácticamente de los valores de las anteriores generaciones? Tenemos que volver a decir que sí, que se lo debemos a los medios.

Lógicamente, y entiéndase del modo correcto, no hablamos de que absolutamente todos los jóvenes, sean (o seamos) unos asesinos. No queremos transmitir que lo normal ha sido durante muchos años que al llegar a estas edades nos convirtamos en unos pequeños criminales con ansias de muerte, no. Hablamos de que cierta violencia, en un determinado número de jóvenes, generalizar no debemos y no estaríamos en lo cierto en caso de hacerlo, siempre ha existido y es altamente probable que siga existiendo.

Y ya no sólo los medios, sino el cristal por el que queramos verlo, nos hacen o no creer que la juventud esté, cada vez más, echada a perder. Hace un año, camino de dos, podíamos apreciar en la prensa como un grupo de jóvenes okupaban un edificio abandonado situado a las puertas del cementerio de La Almudena. Se hablaba de zanganería, de, incluso, instintos violentos, de protestas injustificadas y actos vandálicos sin sentido alguno.

Año y medio después, encontramos una casa prácticamente reformada, con cursos gratuitos de música, idiomas, informática, botánica, capoeira etc. con la realización de conciertos benéficos, con ayudas a inmigrantes, a personas con un menor nivel económico que no podrían realizar estas acciones a cambio de dinero. ¿Es esto una juventud violenta? Por realizar algo al margen de la ley ¿estamos hablando de que la juventud carece de valores? ¿Acaso no tienen valores estos jóvenes que invierten desinteresadamente tiempo, esfuerzo y, en ocasiones, dinero?

No podemos generalizar, tampoco dar un único punto de vista o una opinión sin analizar todo profundamente. Pero si en la actualidad tenemos mayor conocimiento de actos violentos por parte de la juventud no es por su aumento sino por el aumento de su presencia en los medios de comunicación. Los aspectos negativos en la juventud, siempre han existido, al igual que los positivos y al igual que los negativos en otras edades.

viernes, 9 de abril de 2010

Mis rejas son las agujas de un reloj.

Me gusta bajar las escaleras y ver la 23, correr para no perderla, entrar y sentarme con cara de satisfacción. Con que poco nos conformamos. Con que poco nos hundimos. Qué rabia me da perder la 23, verla irse y ver en la pantallita de la dársena que quedan 8 minutos. Dársena, siempre me hará gracia esa palabra.
Me gusta ver a la gente correr mientras espero la 23, me da por pensar, que quizá algún otro idiota enamorado de la vida y las pequeñas cosas se dedique a mirarme a mi correr cuando la veo abrir las puertas.
Lo que más me gusta es el arte, el teatro y la música, pero me pierden las pequeñas cosas.
Sí, los anacardos, el olor a tierra mojada, descalzarme en el césped, tumbarme en la arena, explotar burbujas de plástico de embalar, meter las manos en la harina cuando hago un bizcocho, me encanta el tacto de la harina, pero en el fondo me cae mal, que asco me da el gluten...

Y podría decir quinientas veintitres veces por segundo durante mi eternidad lo que te quiero, durante nuestra eternidad, una eternidad atemporal, sin tic tac's que se claven como agujas rompiendo la magia. Pero si no lo hago es por el miedo a que las palabras pierdan su valor.

Y aquí estoy, en un sillón azul a las 12:10 de la mañana esperando, no se muy bien a qué ni porqué.