viernes, 9 de abril de 2010

Mis rejas son las agujas de un reloj.

Me gusta bajar las escaleras y ver la 23, correr para no perderla, entrar y sentarme con cara de satisfacción. Con que poco nos conformamos. Con que poco nos hundimos. Qué rabia me da perder la 23, verla irse y ver en la pantallita de la dársena que quedan 8 minutos. Dársena, siempre me hará gracia esa palabra.
Me gusta ver a la gente correr mientras espero la 23, me da por pensar, que quizá algún otro idiota enamorado de la vida y las pequeñas cosas se dedique a mirarme a mi correr cuando la veo abrir las puertas.
Lo que más me gusta es el arte, el teatro y la música, pero me pierden las pequeñas cosas.
Sí, los anacardos, el olor a tierra mojada, descalzarme en el césped, tumbarme en la arena, explotar burbujas de plástico de embalar, meter las manos en la harina cuando hago un bizcocho, me encanta el tacto de la harina, pero en el fondo me cae mal, que asco me da el gluten...

Y podría decir quinientas veintitres veces por segundo durante mi eternidad lo que te quiero, durante nuestra eternidad, una eternidad atemporal, sin tic tac's que se claven como agujas rompiendo la magia. Pero si no lo hago es por el miedo a que las palabras pierdan su valor.

Y aquí estoy, en un sillón azul a las 12:10 de la mañana esperando, no se muy bien a qué ni porqué.

2 comentarios:

  1. Te sigo de cerca.
    Espero que eso no te suene amenazante.
    Te sigo, a boli.

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  2. Me encanta...hay que apreciar las pequeñas cosas que se tienen y que es a las que menos importancia damos...

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