jueves, 25 de febrero de 2010

Hoy, ego.

Realmente hoy y siempre. Si no no seriamos humanos.
Leche de soja caliente y galletas para celiacos. Y es que hoy toca hablar de mí, de mi vida. Y me da igual que lo leas tú, que lo lea él, incluso ella, porque estoy cansada.
Yo, mi vida, mí, ego.
Mi vida es muy distinta a la tuya. Igual que la tuya a la de cualquier otro, pero mis diferencias son, valga la redundancia, diferentes.
Hoy, como cada mañana, me he levantado unos 45 minutos antes de lo que tú necesitarías. He entrado al baño y me he puesto las lentillas, tardando más de lo que tú probablemente tardarías, y, teniendo en cuenta que el movimiento que hacía con mis brazos, manos y dedos, significaría, como si de un videojuego se tratase, una vida menos para el día de hoy y que la desaparición matinal de mis vidas no había hecho más que empezar. Ahora tocaba ir a hacerme el tratamiento, pero antes, debía tomar 3 pastillas. Acabado esto, me he vestido, gastando una o dos vidas. Antes de desayunar mi leche de soja, pan de espelta o de centeno y un par de galletas para celiacos, otras 2 pastillas, peinarme, coger el ordenador para ir a clase y salir. No había salido de casa cuando llevaba practicamente la mitad de mis vidas gastadas y aún tenía que llegar a clase. Pero no solo están los factores internos, también hay otros factores y es que hoy hacía frío y llovía. Automaticamente hoy empezaba con menos vidas. Y empecé a andar, viendo como a mi alrededor la gente podía permitirse el lujo de salir tarde de casa y conseguir llegar corriendo. Me esperaba una hora sentada, que me quitaría una o dos vidas ya que no podía cambiar de postura, pero me quedaba el consuelo de que pasados 50 minutos, podría estar de pie unos 5. Estaba empezando a gastar las vidas que no tenía, y eso tendría consecuencias en el mañana, pero hoy, es hoy, y no quiero pensar en el mañana, aunque mis circunstancias me obligan a hacerlo, y yo soy idiota si no lo hago. Porque cada acción que quiera hacer tiene que estar muy pensada, pensando tanto en si me vendrá bien para lo que tengo que hacer pasadas unas dos horas, como en si mañana podré o no levantarme 45 minutos antes de lo que tú lo harías. Mi cuerpo llevaba quejándose desde el instante en el que mis ojos se abrieron, realmente lo hacía antes, pero mi mente soñadora conseguía ignorarlo, pero ahora, ahora no era una simple queja, era más similar a una agonía, y yo estaba a unos escasos 10 minutos de poder levantarme. Me animaba a mi misma bajo la absurda creencia de que si aguantaba, ya podría con el resto del día. Y aunque pareciese que no iba a llegar nunca, llegó el momento en el que tuve que levantarme para cruzar el pasillo de la tercera planta y entrar en el aula 24 donde Don Enrique Mesa procedería a amenizar mis siguientes 50 minutos de dolor. Pero ya no era solo dolor. Como de costumbre, una amable vértebra de mi cuello se pinzó y el oxígeno no llegaba con normalidad a mi cerebro. Pero yo soy así, idiota, me gusta ir de dura e intentar aguantar, hasta que me di cuenta de lo que me esperaba, tendría que bajar tres plantas y cruzar hasta el tercer pabellón, subir otra planta para luego hacer el mismo recorrido en dirección contraria y no, no había vidas, tampoco mucha capacidad de andar sin caerme y volví a darme cuenta de lo que ya me habían dicho: No puedo llevar una vida normal. Sí, aunque lo intente, es una realidad que tarde o temprano tendré que asumir. Y ahora, aquí estoy, tumbada en una cama que me resulta enorme para mí sola, pensando egoistamente, como ser humano que soy, en mi, mientras espero a que se despierte para al menos sonreir un poco. Comparando mi vida con la tuya, sabiendo que no vas a llegar a entender lo que es esto para mí, pero ya no me importa, esperando a que pasen 2 horas para tomar mis siguientes pastillas, pensando que, hoy es jueves y dentro de lo que cabe, hoy hay pocas.
Y ahora, debería compararme con ese niño de áfrica que no se levanta 45 minutos antes de lo que yo debería porque quizá haya llegado el día en el que no vaya a levantarse nunca más, que no tiene que tomarse pastillas antes de desayunar porque no desayuna, que puede morirse con algo que yo soluciono con un ibuprofeno. Y ahora ¿qué? ¿Me siento hipócrita? Pues no, me siento humana, al igual que tú, al leer mi vida, vas a seguir pensando en tus problemas y no vas a pensar ni en mí, ni en el niño, bueno, quizá lo pienses hasta que leas cualquier otra cosa, o hasta que alguien te diga algo, quizá esté en tu mente durante unos 5 minutos, pero sin saber lo que siento ni lo que es, pero es lo que hay. No te culpo, es lo lógico, y no te preocupa, pero a mi tampoco. Tú con tus problemas, yo con los mios, aunque, realmente, no son problemas, son mis realidades, y como tales, tengo que asumirlas.
Mi día ha terminado aquí, a algo menos de unas 5 horas de haber empezado. Sabiendo que no me entiendes y que nunca lo harás, que no te preocupa, pero bien por haber conseguido que a mi tampoco. Y que si te das por aludido no va por ti aunque esto no es amor por mi, por la música en sí si, desde luego.
Y lo siento por no poder pensar en tus problemas, y lo siento por cabrearme cuando alguien se queja de un dolor. Dicen que este tipo de enfermedades nos hace ser más egoistas, osea que nos hacen más humanos, a mi me hace más insoportable.
Y no quiero comentarios de consuelo, tampoco que me entiendas, y mucho menos que te compadezcas, eso es lo que menos quiero, realmente, no se porqué escribo esto entonces, supongo que lo haré por mi. Ego.

Pero detrás de todo esto está la fuerza de una hermana que hace lo imposible por entenderte y, quizá no lo consiga, pero es todo, todo y más, y la quiero.

Y música y arte, que se que tú estarás ya y siempre. Hoy, ego soy yo y mis circunstancias, y hoy mis circunstancias vuelven a ser música y arte, hoy, ego es nosotros.

"Mi vida es una mierda y es mejor que la tuya"

1 comentario:

  1. Incluso la pregunta mas clásica es: ¿Qué cojones voy a hacer hoy? y aún más... ¿Por qué levantarme de la cama cuando hay miles de hijos de puta pendientes? Mientras dormimos crecen el césped y los cretinos. Y... sí.

    Vivir es darme cuenta de mí en el mundo.

    ResponderEliminar